• Los expertos estudian la importancia de la vitamina D por su participación en la modulación del sistema inmune
Para mantener las funciones vitales de forma óptima es imprescindible aportar a nuestro organismo los nutrientes necesarios a través de una alimentación equilibrada y variada, sin olvidar los buenos hábitos higiénico-sanitarios. Con el paso de los años la sociedad y sus costumbres han ido cambiando. La alimentación se ha visto influenciada por la presencia de una industria alimentaria más compleja y competitiva, que siguiendo siempre el marco reglamentario trabaja en la mejora constante de sus procesos tecnológicos productivos. La aparición de los alimentos fortificados y los complementos alimenticios representan una ayuda para contrarrestar posibles déficits nutricionales que pueden afectar negativamente al funcionamiento del organismo.
El sistema inmunológico es el sistema de defensa natural del organismo contra bacterias, virus y otros patógenos. La literatura científica acumula evidencias sobre el papel que desempeñan ciertos nutrientes en el correcto funcionamiento de dicho sistema. Desde hace unos meses, nos encontramos conviviendo con una pandemia desconocida, la COVID-19, sin tratamiento a día de hoy, a la espera de noticias esperanzadoras y con las redes sociales llenas de bulos. Teniendo en cuenta que una correcta alimentación va a permitir reforzar nuestro sistema inmunitario, la pregunta que nos podemos plantear es: ¿existen nutrientes para combatir el coronavirus SARS-CoV-2?
Es bien conocido que la vitamina D es esencial para la correcta absorción del calcio, pero además participa en la secreción de la hormona paratiroidea (PTH) y en la modulación del sistema inmune. De ahí el gran interés en estudiarla. Su fuente principal son los rayos ultravioletas, y a pesar de vivir en un país mediterráneo, estudios epidemiológicos muestran que gran parte de la población no alcanza los niveles mínimos de esta vitamina. En la situación actual de pandemia, surge interés en investigar la posible relación entre niveles bajos de vitamina D y el desarrollo de la enfermedad COVID-19. El confinamiento y el invierno (menos horas de luz) podrían ser las dos causas principales que puedan llevar a esa reducción significativa en los niveles de vitamina D. Ante esta situación, consumir alimentos fortificados y/o complementos alimenticios, siempre con supervisión profesional, podría favorecer la recuperación de dicha disminución.
La revista Irish Medical Journal publicó recientemente un estudio en el que los investigadores observaron que, en países mediterráneos, como España e Italia, la población presentaba niveles bajos de vitamina D y altas infecciones por coronavirus SARS-CoV-2, a diferencia de países del norte de Europa, donde el uso de los alimentos fortificados es común (E.Laird, J. Rhodes, R.A. Kenny. 2020).
Nutrients publicó el pasado mes de abril una revisión de A. Gombart et al. (2020), donde se analizó la evidencia sobre la suplementación de vitamina D y la reducción de infecciones por COVID-19 y gripes. Los autores concluyeron que la hipótesis de que la suplementación con vitamina D podría reducir el riesgo de incidencia y muerte de la gripe y el COVID-19 debe investigarse más a fondo. Asimismo, los resultados de A. Gombart et al. (2020) sugieren que la suplementación con micronutrientes como las vitaminas C y D, así como el zinc, podrían modular la inmunidad, reduciendo el riesgo de infección.
Otro estudio recientemente publicado en BMJ Nutrition, Prevention&Health por S.A. Lanham-New et al. (2020) muestra que, aunque hay evidencias científicas de la asociación entre niveles bajos de esta vitamina D e infecciones del tracto respiratorio, no hay resultados concluyentes que demuestren que una ingesta elevada de vitamina D podría prevenir o ser un tratamiento eficaz para la enfermedad COVID-19, remarcando que la suplementación excesiva con dicho micronutriente podría llegar a ser perjudicial para la salud.
En conclusión, ningún nutriente por sí solo puede curar la enfermedad COVID-19 ni ninguna otra. Pero seguir un estilo de vida activo y una alimentación equilibrada y variada tiene un impacto positivo en nuestro sistema inmunológico, favoreciendo su adecuado funcionamiento.